Que cuando la vida apriete…

La vida, sigue su curso, sigue su ritmo… a veces lenta, a veces rápida… en ocasiones fluye, otras aprieta… sea como sea, pero es vida.

La vida no es fácil y no me engaño cuando creo que todos y todas alguna vez hemos deseado que lo fuese, pero la verdad es que cuando creces ya no tienes esa seguridad de que si no puedes con algo, alguien podrá por ti.

Cuando se es pequeño se tiene ese afán por crecer, como si ser pequeño no fuese valioso,  como si solo cuando uno es mayor te tomasen en serio… y la verdad es que la sociedad es así, se olvida de que la inocencia de los niños es lo más puro de este mundo, se olvida de que no hay sinceridad más grande que la de un niño, un niño al que el mundo todavía no ha corrompido, con sus prejuicios, con su crueldad y con sus miedos.

Y es que crecer es vida, pero esa vida que aprieta…  parece que todo gire en torno al trabajo, en torno al dinero, como si se tratase de una competición, para ver quién es mejor, ignorando la felicidad y pensando que solo son esas cosas por las que se compite, las que la dan.

Según los estudios, cada vez hay más casos de trastornos como la depresión o la ansiedad. ¿Por qué? Porque nadie nos ha enseñado nunca a gestionar los pensamientos, nadie nos ha enseñado nunca a gestionar las emociones que ellos generan, porque la infancia no se toma enserio, crecemos con miedos que los adultos nos inculcan, y parece, que desde que naces, la meta sea crecer y aprender materias, para en un futuro estudiar una buena carrera y conseguir un buen trabajo…. y ya, si puede ser, conseguir un alto cargo o buen puesto.

Nos perdemos en la vida, en la rutina, viviendo con miedo, obviando lo que nos hace felices, creyendo que lo hacen las cosas materiales, creyendo que la felicidad la conseguiremos cuando alcancemos tal cosa o cuando acabemos tal otra, pero cuando llega ese momento, la felicidad sigue sin llegar, por lo que seguimos poniendo metas para llegar a conseguirla… y así hasta que la vida termina, y es entonces cuando uno se da cuenta de que ha desperdiciado la mayor parte de sus días pensando negativamente y buscando algo para ser feliz cuando no era ese el camino para conseguirlo.

La felicidad se encuentra en los pequeños detalles; una sorpresa inesperada, un abrazo, un beso, una caricia, una palabra bonita, un te quiero, la risa de un niño, las reconciliaciones, los piques, esos que por mucho que quieras enfadarte, te es imposible y acabas riendo a carcajadas, el viento, el sol, el olor a mar, el verano, la primavera, el invierno, la navidad, los amaneceres, las puestas de sol…

La felicidad se encuentra en el día a día, pero solo si evitamos enredarnos en la negatividad, solo si evitamos ser esclavos del miedo o del futuro y empezamos a fijar la mirada en lo que nos rodea; que cuando la vida apriete, fluyan palabras en lugar de lágrimas, que cuando la vida apriete, el positivismo la afloje y la felicidad apriete más.

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